Un Nuevo Comienzo
12 de Octubre del 2010
Era un día lluvioso de invierno en la zona comercial de la ciudad de Bakersfield. Una joven y su novio estaban a punto de coger el tren de alta velocidad a quién sabe dónde, pues todavía no se habían decidido. El seguía jugando con su ipod, mientras ella se seguía preguntado si aceptar o no su invitación.
-"Venga, Francisco. ¿Quieres decir que no les vas a dar a tus padres una segunda oportunidad?" dijo Arminda .
-"Ya estoy harto de esta situación. No paran de decirme lo que tengo que hacer, y ni siquiera quieren escuchar mi punto de vista."
Mientras tanto, la lluvia seguía cayendo de fondo, como una intrusa que se atrevía a interrumpir su conversación. O, al menos, ésa era la impresión que Francisco tenía mientras intentaba organizar sus confusos pensamientos, por lo menos el tiempo suficiente para que Arminda no se diera cuenta de que en realidad prefería estar solo en aquel momento.
-"Yo creo que deberías regresar a tu casa, Francisco. Tenemos el resto de nuestras vidas para estar juntos. Yo no me siento preparada para tener esta inmensa responsabilidad de estudiar y trabajar a la vez para pagar nuestras facturas," dijo Arminda, intentando no llorar. "Vamonos a casa," continuó, "y tratemos de solucionar este desastre en el que estamos ahora. No quiero que dejemos de estudiar. " "¡Por favor, di algo!" exclamó Arminda, mientras suspiraba de desesperación.
-"¡Me siento liberado así, de repente, aunque te parezca extraño, Arminda! Yo me sentía atrapado entre lo que mis padres querían que yo hiciera y lo que yo pensaba que tú esperabas de mí. No quería que tú pensaras que yo era débil por cambiar de opinión después de haberte dicho que nunca regresaría a casa a vivir con mis padres otra vez. ¡Yo quiero ser un buen hijo y un buen novio!"
-"¡Ya lo eres!" dijo Arminda , mientras lo invitaba a salir caminando de la estación que empezaba a asemejarse a un punto sin retorno. "Vámonos a casa, Frankie," le dijo Arminda, mientras se le dibujaba una sonrisa en el rostro. "Ya eres una buena persona, y eso es lo único que quiero que continúes siendo: Tú mismo."
-"Tienes razón, Armi. Tenemos que regresar con nuestros padres, y recordar que tenemos que honrarlos y respetarlos. Conozco a bastantes compañeros de clase que me dirían que esto no está bien, y que incluso se meterían conmigo si me oyesen hablando así, pero me da igual. Ahora me doy cuenta de que ser un buen hijo es una de las mejores cosas del mundo."
-"¿Recuerdas lo que solía decir tu abuela Fefa?" "¡Un buen hijo será un buen esposo! Ya sé que esto puede parecer muy lejano, pero te puedo imaginar como mi esposo."
-"¡Yo también!" dijo Francisco , "¡O sea, sé que serás una esposa excelente!"
Tan pronto como se sentaron en la guagua hacia la universidad de Bakersfield CSUB, y Arminda reposó su cabeza en el hombro de Francisco, la lluvia dejó de caer.
"Ya hay pájaros cantado afuera," pensó Arminda, cuando se dio cuenta de que eran sus móviles, sonando al unísono, como si estuvieran sincronizados, y necesitando una conversación que calmara sus miedos interiores. Ahora bien, ¿quién los estaba llamando a la vez?
-"¡Francisco! ¡Francisco! ¡Despiértate, mi niño! ¡Es la hora de prepararte!" le dijo su madre, mientras ponía una taza de café calentito en su mesita de noche. La madre de Arminda me acaba de llamar, y me dijo que no la va a poder llevar a clase hoy. Los conductores de guaguas están en huelga, así que le dije que tú la recogerías y la llevarías a la universidad."
-"¡Vale, Mamá! Me lo imaginé antes de que me lo dijeras."
-"¿Qué quieres decir, Francisco?"
-"No te preocupes, Mamá. Ya sabes: ¡Adolescentes! ¡La mayoría de las veces hablamos sin pensar, si es que hablamos!"
-"¡Ja ja ja, Francisco! ¡Yo no diría eso de ti! Yo creo que eres nuestra más preciosa bendición de diecisiete años."
-"¡Gracias mamá! Te quiero. Pero no te atrevas a decirle a nadie que yo te lo dije."
-"¡Vale! De eso te encargas tú, cuando tú creas que sea el momento adecuado. Ese día será el día más hermoso del mundo."
Francisco cerró los ojos, olió su café, y miró hacia afuera por la ventana, mientras su madre trotaba escaleras abajo y lo volvía a llamar.
"Después de todo, tenemos un nuevo comienzo," pensó Francisco.
Era un día lluvioso de invierno en la zona comercial de la ciudad de Bakersfield. Una joven y su novio estaban a punto de coger el tren de alta velocidad a quién sabe dónde, pues todavía no se habían decidido. El seguía jugando con su ipod, mientras ella se seguía preguntado si aceptar o no su invitación.
-"Venga, Francisco. ¿Quieres decir que no les vas a dar a tus padres una segunda oportunidad?" dijo Arminda .
-"Ya estoy harto de esta situación. No paran de decirme lo que tengo que hacer, y ni siquiera quieren escuchar mi punto de vista."
Mientras tanto, la lluvia seguía cayendo de fondo, como una intrusa que se atrevía a interrumpir su conversación. O, al menos, ésa era la impresión que Francisco tenía mientras intentaba organizar sus confusos pensamientos, por lo menos el tiempo suficiente para que Arminda no se diera cuenta de que en realidad prefería estar solo en aquel momento.
-"Yo creo que deberías regresar a tu casa, Francisco. Tenemos el resto de nuestras vidas para estar juntos. Yo no me siento preparada para tener esta inmensa responsabilidad de estudiar y trabajar a la vez para pagar nuestras facturas," dijo Arminda, intentando no llorar. "Vamonos a casa," continuó, "y tratemos de solucionar este desastre en el que estamos ahora. No quiero que dejemos de estudiar. " "¡Por favor, di algo!" exclamó Arminda, mientras suspiraba de desesperación.
-"¡Me siento liberado así, de repente, aunque te parezca extraño, Arminda! Yo me sentía atrapado entre lo que mis padres querían que yo hiciera y lo que yo pensaba que tú esperabas de mí. No quería que tú pensaras que yo era débil por cambiar de opinión después de haberte dicho que nunca regresaría a casa a vivir con mis padres otra vez. ¡Yo quiero ser un buen hijo y un buen novio!"
-"¡Ya lo eres!" dijo Arminda , mientras lo invitaba a salir caminando de la estación que empezaba a asemejarse a un punto sin retorno. "Vámonos a casa, Frankie," le dijo Arminda, mientras se le dibujaba una sonrisa en el rostro. "Ya eres una buena persona, y eso es lo único que quiero que continúes siendo: Tú mismo."
-"Tienes razón, Armi. Tenemos que regresar con nuestros padres, y recordar que tenemos que honrarlos y respetarlos. Conozco a bastantes compañeros de clase que me dirían que esto no está bien, y que incluso se meterían conmigo si me oyesen hablando así, pero me da igual. Ahora me doy cuenta de que ser un buen hijo es una de las mejores cosas del mundo."
-"¿Recuerdas lo que solía decir tu abuela Fefa?" "¡Un buen hijo será un buen esposo! Ya sé que esto puede parecer muy lejano, pero te puedo imaginar como mi esposo."
-"¡Yo también!" dijo Francisco , "¡O sea, sé que serás una esposa excelente!"
Tan pronto como se sentaron en la guagua hacia la universidad de Bakersfield CSUB, y Arminda reposó su cabeza en el hombro de Francisco, la lluvia dejó de caer.
"Ya hay pájaros cantado afuera," pensó Arminda, cuando se dio cuenta de que eran sus móviles, sonando al unísono, como si estuvieran sincronizados, y necesitando una conversación que calmara sus miedos interiores. Ahora bien, ¿quién los estaba llamando a la vez?
-"¡Francisco! ¡Francisco! ¡Despiértate, mi niño! ¡Es la hora de prepararte!" le dijo su madre, mientras ponía una taza de café calentito en su mesita de noche. La madre de Arminda me acaba de llamar, y me dijo que no la va a poder llevar a clase hoy. Los conductores de guaguas están en huelga, así que le dije que tú la recogerías y la llevarías a la universidad."
-"¡Vale, Mamá! Me lo imaginé antes de que me lo dijeras."
-"¿Qué quieres decir, Francisco?"
-"No te preocupes, Mamá. Ya sabes: ¡Adolescentes! ¡La mayoría de las veces hablamos sin pensar, si es que hablamos!"
-"¡Ja ja ja, Francisco! ¡Yo no diría eso de ti! Yo creo que eres nuestra más preciosa bendición de diecisiete años."
-"¡Gracias mamá! Te quiero. Pero no te atrevas a decirle a nadie que yo te lo dije."
-"¡Vale! De eso te encargas tú, cuando tú creas que sea el momento adecuado. Ese día será el día más hermoso del mundo."
Francisco cerró los ojos, olió su café, y miró hacia afuera por la ventana, mientras su madre trotaba escaleras abajo y lo volvía a llamar.
"Después de todo, tenemos un nuevo comienzo," pensó Francisco.
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